viernes, 20 de septiembre de 2013

Una visión impublicable. Ángel Cerviño

de ¿Por qué hay poemas y no más bien nada? (Amargord, 2013)

Linnea Ahlman by Della Bass in “Natural Instincs”
for Fashion Gone Rogue


He tenido una visión impublicable: se me apareció Emily Dickinson, a cuatro patas, sobre la alfombra de mi cuarto, al lado de la cama, el vestido blanco recogido por encima de las caderas, las nalgas eran dunas siamesas, nacaradas, del color que toman los lirios cuando comienza a verdecer el agua del jarrón. Me arrodillé a su espalda, me incliné hacia su vellón perfumado, olía a chocolate amargo, tabaco de Virginia y almendras recién peladas; en lo alto de la hondonada el vello raleaba y las sombras se remansaban. Giró la cabeza y me sonrió con dulzura, Gregoy Corso tenía razón: las crenchas negras de su pelo resultaron ser dos sedosos murciélagos durmiendo suspendidos, (“And her silk-black hair hung like sleeping bats”). Cuando toqué con la punta de la lengua su ojal oscuro, ella hundió el rostro entre los brazos y alzó levemente la grupa, al tiempo que salmodiaba, con más que aceptable dicción castellana, la primera estrofa de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique: Recuerde el alma dormida, ...etc.


2 comentarios:

  1. Pues me alegro de que hayas publicado esa visión.
    Sin duda es una suerte, casi todo mortal tiene algo parecido a un lecho y quizá con suerte una alfombra junto a el, pero lo de la mujer en plan poni, que se deja caer por primera vez, sorpresivamente, esperando un trabajo de placer recíproco agradecido, es mas bien complejo de darse en cadena.
    Quiero almendras, quiero pelarlas yo y un cigarro de virginia para después.
    Un placer leerlo.
    Atentamente Johnson Ulises.

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  2. precioso texto, digno de los oídos de Dickinson.

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