de Pervertidos. Catálogo de parafilias ilustradas (Traspiés, 2012)
Mis gemidos eran la banda sonora de sus fantasías. Cada
corrida era fruto de su dinero: estaba dispuesto a pagarme
lo que fuera; y eso era algo que llevaba tatuado en cada uno
de sus jadeos.
Puse un condón a mi corazón, con las fibras de sus
billetes de 50 euros, para protegerme de sus frustraciones.
Mis servicios siempre tienen un precio. Y aquella noche no
iba a ser menos. Así que me acerqué decidida a la ventanita
que nos separaba, con esa cara de zorrita indiscreta que tanto
endurece sus sentidos, y me bajé lentamente las braquitas,
para que pudiese ver de cerca el pulpo azul y violeta que
ornamenta mi pubis desde hace poco. Me pidió que me diese
la vuelta, y, al hacerlo, azoté mis nalgas contundentemente.
Insertó otra monedita, y tanteé mi clítoris, jugando con el
piercing que lo aderezaba.
De repente vi que tras el cristal me mostraba una notita en la que se podía leer en letras mayúsculas: “Se busca chapero que sepa masturbar el corazón”.
Aquella petición lubricó mis sentimientos. Sin perder
la compostura, apreté mis pezones, humedecí mis labios,
y ronroneé al son de mis latidos: “Tendrás que abonar el
importe aparte. No está incluido en el precio del privado
hacer esa clase de prestaciones”.
Me encanta la descripción del servicio... Pero no acabo de entender lo de la nota. :P
ResponderEliminar