a
Awixumayita Atiyamuxiwa
Hay
una sirena en Poneloya
que
siempre espera a alguien que no llega.
Se
aposta desde temprano en una roca,
se
alisa el pelo con la osamenta de un pez
ya
muerto años atrás.
Tiene
ganas de sexo
y
espera al primero que la goce.
Sus
ojos se hunden en el ocaso
y ya
su voz ha perdido color verde de las algas que consume
por
asuntos de dieta
por
cuidar su figura;
ya no
canta;
solo
susurra algo tan parecido a una canción de cuna
sin
oídos que escuchen
sin
cuna que se meza
tendida
en las olas.
Su
pecho está esperando una boca
su
boca está esperando una boca
su
espalda el contacto de una mano que no llega.
Su
unipierna-cola es el vestido que usa para las noches de luna
tal
vez alguien deshoja sus escamas
y
encuentre la cueva que no conoce ni ella misma
tal
vez su hombre-pez se pierda dentro de ella
como
se pierden los barcos cuando zarpan
sin
más destino que el mar.
Esta
noche la sirena miró a alguien acercarse
susurró
su canción de cuna
sin
embargo el vagabundo
es
ciego
es
sordo, mi querida sirena.
Un sireno mira fijamente el horizonte
ResponderEliminarhace tiempo que lo hace
aguardando mitigar una ausencia dolorosa
sobre una roca vestida de sal y que cobija al gobio
con dedos fuertes talla corales en formas soñadoras.
El señor del kraken le arde en el torso
le insta en furia búsqueda.
El sol se apaga fundiendo mar y cielo
y ya la piel sin brillo por los largos días a la intemperie
lo hace por tenacidad
para curtir sus músculos
ya no grita
solo susurra, como un anciano que aconseja tesoros
los corre limos hoyan ermitaños
ya no hay piratas de palo
ni cacerias bajo el agua.
Sus manos hambrientan una boca
su boca un cuello que morder
su hombría un gemido que se guarda el viento.
Su cola es la fuerza con que alimenta las mareas
quizá ella se refleje en sus escamas
y libere un poder que ni el mismo conoce
tal vez la mujer-pez lo engulla en su seno
como hace la tormenta con los islotes huérfanos
vírgenes de conquista.
Esa mañana el mar cantaba como siempre
el sol brillaba el mismo lienzo
el viento le hablo
el hombre pez devolvió las tallas al mar y
se zambullo en el negro acuoso dispuesto a recorrerlo.
Su poema maravilloso me ha inspirado, espero que no le ofenda señor.
Atentamente Johnson Ulises.