martes, 15 de abril de 2014

El deseo es como una herida... Teresa Domingo





El deseo es como una herida que se abre sin dolor, mostrando la sangre que tirita en el vaivén del mundo. 
Silenciosa en su devenir, roja como un manojo de cerezas, la sangre camina lentamente  y explora los  senderos de los cuerpos como si fueran mares en los que perderse como peces estivales. 
Sola en casa, me desnudo. Imagino tu piel y la memoria de tu piel, el tatuaje interior de un corazón que se agolpa y se cierne entre los muslos del tiempo, en las ingles de la alegría. 
Sola en casa, me acaricio. Huelo a incienso, a vela y me corono con un ajuar de rosas. 
Tendida en la cama, fluye el transcurrir, y el clítoris es una emanación  de la sima donde se esconde el alma de la perra, su celo y su lenguaje. 
Entre mis piernas, se evade la sombra. Las manos crean catedrales y, como el gótico, mi destino es perecer, perecer en un momento y resurgir con las olas del éxtasis. 
¡Oh aquelarre de la pasión, misterio de una luna que fracasa en los períodos de sus fases, vencida por el enigma de la carne

martes, 8 de abril de 2014

Las llamas se derraman en mi boca... Teresa Domingo

American silent film actress Anita Stewart pictured on the beach at Santa Monica,
whilst visiting Jack Mulhall, Alice White and Mervyn Le Roy
who were taking a break from filming Ritzy Rosie



Las llamas se derraman en mi boca
como besos, en el solsticio de la luz.

El sol se derrama y como Sémele
te pido tu esplendor, como si Dios pudiera
inseminarme y mi cuerpo fuera
la Pasión del Cristo.

El día me envuelve entre los coches,
huelo el alquitrán, la gasolina y el gasóleo,
el perfume del fuego y su rutina.

Sé que puedo ser hoguera, y mi carne
el combustible de tu semen.

Recreo el humo. Crea un ocaso
mítico, como un Teseo que pudiera
resucitar a Hipólito, como si la culpa de Fedra
recayera en todas las mujeres.

martes, 1 de abril de 2014

Ven, amado, y... Teresa Domingo


Hedy Lamarr



Ven, amado, y
mira el enjambre, cómo las abejas
pierden la miel y la derraman
por mi cuerpo como si mi misma sangre
palpitara en ellas.

El panal es como el motor de un coche
que se encendiera y tú, tras la ventana,
pudieses oír cómo me ducho e
imaginar el jabón que cubre mi piel de reina.

Vienes y acaricias el agua, te pierdes y yo
me pierdo, me río y tú te ríes, y
entre las risas nos resbala el día
como si fuera un reloj sin tiempo.

La colmena late mientras se alza
en el mismo rumor un mar
poblado por serpientes.