Es
entonces, cuando me acerco, fantasma,
a tu oído y recito sucios versos
e inhalo tus derramados suspiros
y dejo que mi boca conduzca
el deseo desde tu cuello hasta tu ombligo
y mi lengua, serpiente ciega, recorra
el sabor de incendio de la piel
del interior de tus piernas
hasta hallar delicia de refugio
hundiéndose en tu húmeda madriguera
Y tú te transformas en delirio prodigioso
te doblas y arqueas en eterna ofrenda
y ensayas con tus labios un grito mudo
para contener entero al hombre
y eres de nuevo otra, tú multiplicada,
mutada ya en perversa amazona
que me cabalgas con salvaje dulzura
a través de relámpagos de magia
para cambiar de inmediato,
ya derretida y lánguida, dadora de luz,
me dedico minuciosamente a explorar
la geografía perfecta de tu desnudez
la albura inconexa de tu espalda
el olor de madreselva de tu pelo
pegado a la nuca por el sudor
sopeso con rigor científico
el tamaño de tus pechos con mis manos
mientras tus caderas se curvan en respuesta
y comienza mi turno como jinete
al mismo tiempo que abres tu boca sedienta
y volvemos a hacer de nuestras salivas
la mejor de las alquimias posibles.
Es entonces cuando estoy seguro
de haber escrito mi mejor poema.
a tu oído y recito sucios versos
e inhalo tus derramados suspiros
y dejo que mi boca conduzca
el deseo desde tu cuello hasta tu ombligo
y mi lengua, serpiente ciega, recorra
el sabor de incendio de la piel
del interior de tus piernas
hasta hallar delicia de refugio
hundiéndose en tu húmeda madriguera
Y tú te transformas en delirio prodigioso
te doblas y arqueas en eterna ofrenda
y ensayas con tus labios un grito mudo
para contener entero al hombre
y eres de nuevo otra, tú multiplicada,
mutada ya en perversa amazona
que me cabalgas con salvaje dulzura
a través de relámpagos de magia
para cambiar de inmediato,
ya derretida y lánguida, dadora de luz,
me dedico minuciosamente a explorar
la geografía perfecta de tu desnudez
la albura inconexa de tu espalda
el olor de madreselva de tu pelo
pegado a la nuca por el sudor
sopeso con rigor científico
el tamaño de tus pechos con mis manos
mientras tus caderas se curvan en respuesta
y comienza mi turno como jinete
al mismo tiempo que abres tu boca sedienta
y volvemos a hacer de nuestras salivas
la mejor de las alquimias posibles.
Es entonces cuando estoy seguro
de haber escrito mi mejor poema.
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