Deliciosas y fresquitas crudités del futuro, lectoras
(lectrices) que me leéis, que me leeréis con un dedo
masturbador en vuestros labios entreabiertos...
Pasad las páginas como si me acariciarais, o como si os
acariciara
yo. Probablemente (la vida
es corta, el arte largo) el autor
de mis palabras habrá muerto, pero el deseo
permanece (de hecho es la energía
con la que se sostiene el Universo) más allá. El uranio,
el plutonio,
el cesio, el rubidio, el wolfranio no son nada
en cuanto a la duración. Ese futuro
del que estáis hechas (del que está hecha vuestra carne
de luz) es también mío. Disfrutad
y llamadme
con vuestra voz maravillosa, entrecortada
por los encabalgamientos de mis versos
y vuestros espasmos.
Volveré.
de La chica de la bolsa de peces de colores. Visor, 2008.
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