Me
puedes comer la oreja
o
engatusarme el oído…
Mas
sé que no gozaré,
aunque
parezca una queja…
El
juego de adulaciones
nunca puso a mis sentidos.
Prefiero
sentir tu boca
perderse
en el laberinto
de
mis orejas sin par
y
afanosa trabajar
en
mis lóbulos perdidos,
aliada
sin razón
con
el yunque y el martillo
hasta
el rojo hacer brotar.
Y
que tu lengua voraz,
cual
serpiente silenciosa
enroscándose
sin más
me
convierta en presa fácil.
Que
yo me dejo tragar…
que
me entres por una oreja
y
salgas sin avisar
ni
tirar de la otra oreja.
No
te hagas el orejas
y
deja de resoplar
si
lo has descubierto ya
y
tendrás mi zona “x”
cogida
por las oreJas.
Mi
zona erógena es,
sin
punto ni “g” un laberinto
a
la vista, siempre a mano,
jugando
a despistar
en
este juego sensual
de
descubrirse y vibrar
desvelando
al cuerpo humano.
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