© Jean-Martin Charcot |
Casi a diario me masturbo concentrándome en tu recuerdo. En tu despeinada libre y embaucadora desnudez; séquito de placer tembloroso ajustado a la perfección complementándome. Me concentro como un energúmeno en tus pechos redondos que como dos planetas forman una galaxia que giran alrededor de mis ojos; en tus sensibles labios radiactivos de ternura pasión y niñez despreocupada. En tu mirada, y, aún más, en tus grandes pupilas abiertas centradas como rifles de asalto apunto de disparo hacia el descubierto techo sin constancia de mi existencia. Besándote; viendo tu pura y simple existencia envuelta de éxtasis elevada a límites insospechados consumiendo tu alma y dejándola como miga de pan a la paloma que revolotea por el ambiente sin nombre. Como si del amor se tratara o del dios más grande que en carne y hueso dejo un trozo de él en el espacio por los segundos que pasan, han pasado, y sin dolor ni nostalgia se irán.
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