Extracto del relato Una nota de rechazo
Me esperaba desnuda,
medio tumbada en el sofá con la pose de mujer fatal. Encendió un
cigarrillo, exhaló el humo y me miró. Yo me acerqué sin dudar.
Llevaba toda la tarde esperando. Me desvistió poco a poco, entre
caricias, y me tumbó sobre los cojines desgastados. No hubo más
preámbulos. Ella se puso encima. Llevaba la iniciativa. Abrió las
piernas y comenzó a contornear su cadera, mientras yo permanecía
inmóvil, observando sus movimientos pélvicos, agarrándome a sus
pechos turgentes. Hasta entonces, simplemente, no hubo palabras.
Silencio y gemidos. Respiraciones fuertes. Pero no hubo una sola
palabra. Se acercó hacia mí. “¡No! Nada de besos. Ese es el
trato”. Y volvió a ponerse erguida. El ritmo se fue
acelerando, notaba cómo se humedecía toda la parte interior de sus
muslos y de mi entrepierna. Excitados. Estábamos a punto de irnos.
Puse mi mano en su nuca, por debajo de su pelo, acerqué su cuerpo
apretándolo contra el mío y clavé mis dientes en su cuello. Una
pausa, respiramos hondo y nos quedamos inmóviles en la misma
posición. Ella se levantó, se acercó a mi cara apoyando su frente
contra la mía. “Lo sabes, es parte de nuestro acuerdo. Nada de
besos. No necesito que vuelvan a machacarme el corazón”. Me
levanté y me dirigí a mi habitación. Ella encendió otro pitillo,
se sentó en el sofá y encendió el televisor. La frecuencia con la
que nos acostábamos era cada vez mayor. También inevitable.
Compartir piso alquilado hacía de los encuentros un estímulo.
Aunque siempre acabábamos durmiendo en camas separadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario