miércoles, 29 de mayo de 2013

Isabel. Maynor Xavier Cruz




I
Yo nunca terminé de sacarme la imagen de ella por las noches, quizá tendría que ver el hecho de estarla viendo todos los días mientras se bañaba; siempre esperaba el momento cuando ella entraba al baño y yo desde mi casa estaba atento, esperando, para verla desnudarse, apenas eran doce metros de distancia desde donde yo estaba hasta su casa. Cómo no desear ese par de pechos deliciosos, esos pezones rozados que me apuntaban a la boca.
Tengo tantos días de pensar en ella; apenas es mayor que yo tres años, pero la deseo tanto, como no soy capaz de desear a ninguna compañera de clase; a veces cuando me la topo en el camino apenas la saludo.
Si supiera ella cuánto esperma he derramado en su nombre, cuántas veces la he deseado a mi lado, juntos, ver su sonrisa luego de hacerla sentir mujer, darle lo que ella me pida, ser el hombre más apasionado, con tal sea mía siquiera una vez.
Hoy se detuvo frente a mí, casi se me fue la respiración, verla venir, creer que iba a doblar y no quedarse a mi lado, según para preguntarme una cosa, decirme que soy un tipo que le trasmite paz, si supiera que soy el mismo que está pendiente todas los días de verla desnuda, creo que es capaz de cambiar de opinión, de tildarme de enfermo sexual.

II
Siempre supe que él estaba espiándome, pero no lo veía como un aberrado, creo que algo tenía en su mirada que me hacía estar tranquila y relajada, por eso le dejaba que viera mis pechos, pues sé que es la mejor virtud que poseo; sé que los desea, que si un día se los ofrezco es capaz de acariciarlos como nadie nunca lo ha hecho.

Sé que me mira, que me busca con los ojos, cuando nos encontramos apenas es capaz de decirme adiós, o un buenos días; me causa gracia saber que es mi vecino preferido, y temeroso, como si yo fuera a lastimarlo o reclamarle por su deseo hacia mí, me siento tan deliciosa al saber que me ve desnuda, que desea tocarme, y la impotencia que le produce pensar que nunca podrá hacerlo, que solo soy su fantasía.

Me imagino que ha sido capaz de pensar en mi cuerpo una y otra vez, me lo imagino con su cosa lista para mí, buscando la manera de ser mi esclavo sexual, con tal yo me sienta satisfecha.

Lo vi como una mascota inofensiva y me atreví a llegar hasta donde estaba y decirle lo que me produce, estaba temblando el pobre, tal vez creyó que le iba a reclamar por todos los días que ha posado su mirada sobre mi cuerpo desnudo, si supiera que ya lo sé creo que sería capaz de morirse de pena, o negarlo todo, pero no creo que lo haga todavía, esperaré el momento indicado, quiero ver la cara que pondrá, quiero reírme un rato de este niño indefenso.

III
Otra vez se está bañando, siento que cada día que lo hace se tarda más, como si supiera que estoy cerca, como si me ofreciera su cuerpo para que mis ojos supieran que es para ellos, para se grabaran esa imagen de belleza joven, que se ofrece antes del sacrificio, que deja ver cada parte de su cuerpo antes de ser entregado a algún dios.

Cuánto desearía que esta noche, que no está mi madre en casa, ella fuera capaz de venir a visitarme y pedirme la haga mía una y mil veces; sería precioso tener en mi cama su cuerpo desnudo, ese par de nalgas haciendo un arco, sus pechos a plan de las sábanas y ella viéndome a los ojos, soltando una sonrisa delicada, coqueta, con ganas de decirme que siempre había deseado estar conmigo, de que mis manos fueran las primeras en tocar su piel.

IV
Parece que ha notado que me desnudo para él, espero que disfrute, me gusta que lo haga, que crea que no sé dónde se esconde, me gusta saber que está ahí, siempre esperando verme entrar, es tan rico sentirme deseada por él, mi pobre mascota indefensa, con su carita de no hacerle daño a nadie, de no ser lascivo con sus vecinas, de no serlo conmigo.

Sé que su madre salió, que no está en casa, tengo insomnio, y ganas de verlo, iré a su casa, quiero ver la cara que pone al verme, mis padres viven tanto en sus mundo que ni cuenta se darán que he salido.

V
Los pasos de ella iban rumbo a su casa, tuvo ganas de irse desnuda, pero no quería que le saliera otro que gozara su atrevimiento; se sentía traviesa, tenía ganas de jugarle la mejor de las bromas, o tal vez solo sentirlo cerca, ver que su mirada se inclinara por unos segundos sobre sus pechos, reírse un rato de su sorpresa. Tocó la puerta, desde la ventana de la habitación él la pudo ver. No sabía si debía abrir la puerta, no sabía cómo reaccionar, ella estaba ahí, justo como lo había deseado; se puso el pantalón y dijo “voy, dame un momento”; Isabel estaba sonriente.
Cuando la puerta se abrió ella le hizo la pregunta obligada:
¿Puedo pasar a tu casa?
Venía tranquila, entonces podía arriesgarse, necesitaba hacerlo, era su única oportunidad de quedarse con ella, de tocar su piel, que tanto miró de lejos. Tenía miedo de preguntarle, pero su deseo era mayor.
Con una condición.
¿Cuál?
Que te quedés a dormir conmigo.
Esperaba una ofensa pero ella lo miró con malicia. No era mala idea, le gustó que su mascota indefensa pidiera un poquito de cariño. Hubo un ligero cambio de planes en sus intenciones.
A eso vine —dijo convencida de su decisión.
La puerta se cerró casi sin hacer ruido.




3 comentarios:

  1. Me hubiera gustado que primara lo platónico. Conseguirla fue muy predecible. Me gusta más el lenguaje de ella. Pero es un buen relato con otro final diferente al mío, jejeje.

    ResponderEliminar