La
boca aún a vos me sabe. El paladar de nuestros sudores se ha
impregnado, y mis manos que vuestro cuerpo han recorrido, por mi
vientre existen en esa caricia sórdida que yo misma me produzco.
Recuerdo los instantes mientras os miro, mientras el sueño vuestro
en vigilia resguardo, perpetuando el momento en que vuestros senos
engullía al unísono de los dedos vuestros que por mi espalda vos
deslizabais, recorriéndome el cuello, viajando por la cintura, a mí
aferrándolos en la concavidad de los glúteos para a las caderas
ancladles, a vos atrayéndome, a vos fundiéndome, y cual elixir amorfo que en humos transforma, trasmutamos por las lenguas de éstas
nuestras bocas que ensalivadas, los flujos nuestros absorbieren.
La
boca a vos aún me sabe y probar bocado distinto a mí no apetece,
vuestras piernas que extendidas en la cama reposan de ello sospechan:
largas y delgadas, curvilíneas que adustas a mis labios retan por
los tobillos se entrelazan, dejándome observar que los muslos firmes
celan el secreto del placer orgásmico nuestro, masturbando la mente
mía que en ansia absoluta apoderadme de vos por la espalda ordenare,
vuestro cuello besando, vuestros lóbulos mordisqueando, perdiéndome
por el pelo vuestro que a mi cara cubriere, que a mis dedos en sus
cabellos enredaren, aprisionando vuestro cuerpo con el peso del mío,
limpias ambas que la piel nuestra al contacto del sudor en fuego
helado nuestros cuerpos engusgaren.
La
boca aún en mis manos a vos me sabe.
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