Yaciendo en este asiento que la ventana lúgubre a la nada observa exacerbada entre las tinieblas os busco, esperando que mi desnudez vuestras caricias vistan, que vuestro aliento mi cuerpo recorra olfateándome de esta impúdica vigilia que hubiere pensado sanar a nosotras pudiere. Así no ha sido, he comprobado que la distancia entre mis dos amadas arranca de mí los pechos que llenos, la infertilidad de esta espera aduna la melancolía que por ambas los labios míos evocan, pronunciando las letras de los nombres vuestros, de una viva, y de la otra muerta.
Me maldigo y masturbo en este profano silencio que por el recuerdo de ambas no permite a mí la vigilia corromper, obscena siendo de estos dedos que entre mi sexo con ahínco froto, que con empeño con la lengua humedezco, arrancándome mezquina la pústula con esta boca falsa que mentir por ambas mas no puede, gritando en el olvido el gemido orgásmico que nadie escuchar logra, pues vosotras que de oídos sordas la distancia extrema ciegas a mi condición hacen, acallan en mí el deseo por el cuerpo vuestro.
Exhausta estoy, desesperada a las garras del inframundo a los cuervos me entrego, y sean ellos quienes los nombres graznen, eyaculando en la aguja su opiáceo flujo heroinómano, rompiéndome las venas con su falo al penetradme.
No soy ahora quien acalla, soy quien por vosotras ahora gime.
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