© Imogen Cunningham |
Voy,
a esperar a las cinco para terminar
la noche
Y llevarme tus ojos de madera
al cerezo del sueño
No cerrar la noche presagia
una llamada
un mensaje
un soplido de tu boca bajo la oreja
patina en mi cuello
gaviota
cementerio
vertedero de barra de mujer a invierno
te cargas de escombros y sales por las
puertas que nunca has abierto
lencería verde en la tienda de tu iris
reciclado
tengo tu reflejo
en el espejo de mis labios que derriten
vidrio
…
Mañana,
esperaré hasta las tres de la tarde
A que el viento
Ese molino de aspa tu lengua
A que vibren mis pestañas
Te sugiero rocíes dactilares en mi
cintura cuando pase por tu cerca de espinas
Y grabes a pluma de tinta en mi
espalda con tu retina
Dónde verteremos nuestras horas
muertas
…
Ahora,
Son las cinco
Debo vestirme de sábana y cortar un
círculo para cada ojo
Crecerán las pestañas mientras
amanezca desde la ventana
Tormenta
Delirio
Buscará el sueño un rincón en tu
boca de guarida
para esta piel blanca que proyecto
donde hiberno
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