sábado, 10 de mayo de 2014
Una noche de sexo. Germán Piqueras
Hoy he descubierto el sexo por primera vez.
Y en él no hay Dioses ni creyentes,
solo un fuerte olor que aún perdura bajo la ducha.
Solo eso. Un olor permanente que no se puede borrar,
que va más allá de ser bueno o malo.
Es el sexo una tercera categoría en nuestra moral,
un espacio donde la patria es el color de un trozo
de carne degradándose hasta ser placer.
Ese placer de encontrar un charco
donde antes había un zapato,
ese placer de generar una idea
que nunca antes había presidido tu cabeza,
ese poder que solo brota cuando las lenguas se enredan
como queriendo arrancar los órganos.
Todo esto pasará y mi vida será plena,
creeré que no necesito al sexo,
hasta que los meados de perro en la pared
vayan borrando todas las superficiales capas blancas de pintura,
y solo quede una. En la que te encontré.
La real, la sucia, la mía. La que siempre está a la venta
y nunca se vende.
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