jueves, 28 de noviembre de 2013

La vecina británica. Germán Piqueras.







Escuchar su cucharilla removiendo el hielo,
con los mismos sonidos, agudos y persistentes,
de la pajita que absorbe el limón derretido.
Y verla.

Verla desde arriba cómo siente la música
y sentir que ella es el verano,
mientras el sol decide quedarse en sus piernas
y en su bikini tendido arrugado,
aunque caiga la losa de la noche.

Mirar cómo sonríe excitada,
mientras me quemo y alrededor
ondean las toallas de los extranjeros,
que duermen desnudos esperando
la hora exacta de comenzar a lamer mi país,
dándoles igual que yo ahora sea ceniza y miseria.

La amada impotencia de saber que no soy nadie
al admirarla.

lunes, 25 de noviembre de 2013

EBCPE. Yolanda Castaño





¿Sigue siendo -o ha sido alguna vez- revolucionario escribir sobre sexo?

Revolucionarias son las actitudes y nunca el tema sobre el que se escribe. Hay quien es mil veces más provocador escribiendo sobre el idioma que otra gente haciéndolo sobre sexo.


Relacione estas dos palabras: “sexo” y “soledad”.

Lo difícil es que al relacionarlas no se cruce en ningún punto la palabra “masturbación”. En ningún aspecto posible.


En “Erosionados” hay 25 autoras y 23 autores. ¿Cree que importa el género en la literatura (y en general)? 

Es cierto que la escritura firmada por mujeres ha sido siempre de algún modo más carnal, aunque también que a ellos parece costarles más no acabar cayendo en las mismas miserias de siempre. Con todo, ese es precisamente el estimulante reto que creo que  encara el futuro: conocer nuevas vías masculinas para tratar un tema tan delicado y a la vez fascinante y repleto de potencial como el erotismo. Vías, precisamente, con más matices desde el punto de vista del género. El machismo es uno pero las masculinidades son muchas. Ellos también tienen género y a mí me apetecería que nos lo enseñasen… –con gracia, gusto y talento- un poquito.


¿Mecanografiado o a mano?
Esa es precisamente la orientación que a mí más me gusta darle al últimamente tan desgastado adjetivo ‘digital’: todo aquello que pueda hacerse con los dedos.


¿Por qué la habitación de un hotel?

Los hoteles, como los viajes, no son nada que tenga que ver con el espacio. Sino con el tiempo. Son un tiempo encapsulado, un paréntesis, una nota al margen de nuestra edad. Donde no hay pasado ni tampoco futuro.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Pavo Cristatus. Jorge Ortiz Robla




Al llegar a su habitación vi aquel mural que rellenaba la pared enfrente de la cama. La imagen de un pavo real enorme con su cabeza dorada, su mirada profunda y su cola abierta, con cientos de ocelos, como ojos, observando cómo lamíamos nuestra carne, cómo nos exprimíamos la dermis, hasta secarnos la sal de cada poro.

[ La conocí en un bar, muy cerca del centro, donde el suelo todavía es capaz de guardarnos sorpresas y secretos entre su adoquinado. Casi sin hablar, como una señal, nos miramos, y supe que tenía que salir. Subimos las escaleras que conducían a la catedral. Su piel tan suave, el olor a salitre, las vidrieras, su boca acercándose a mi cuello, acercándose, cercándome acercándose.]

Me dijo –Me llamo Crista, viviré más de cien años, y tú te quedarás conmigo-

Cuando se colocaba de rodillas encima de la cama parecía que la cola abierta formase parte de su cuerpo, incluso su pecho comenzaba a reflejar una especie de plumaje azul intenso, con destellos alrededor de su cuello.
Sonaba Rodríguez, sonaba Lou Reed, sonaba McEnroe, pero sonase lo que sonase, parecía que los gemidos se reproducían al otro lado del tabique y los ocelos de la cola comenzaban a dar muestras de humanidad. Unos pestañeaban, otros transmitían excitación, deseo, terror angustia morbo, toda una carta de gestos entre las plumas del mural. Cuanto más se mecía sobre mi cuerpo, cuanto más fuerte se clavaba, más cerca veía esa cantidad de ojos. Más cerca, más cerca más cerca, la pared comenzaba a volverse esférica, más cerca, las plumas creaban un dosel, más cerca, que eclipsaba por completo la cama.
Después el estertor, el gemido, el grito, la rigidez y la sequedad en los ojos. El rostro de yeso, el rostro de pluma, pintado, el rostro.

De pronto, frente a mí, mi cuerpo tendido sobre la cama, desnudo, inerte, inalcanzable ya. Mi ser, mi conciencia emparedada, y ella majestuosamente bella, mirando fijamente en la pared, a mis ojos, acariciando aún desnuda toda mi anatomía, decía:
-Te quedarás conmigo-.



martes, 19 de noviembre de 2013

De nuevo. Carmen GC

1951 Vintage Print STRANGE FEMALE NUDE
& CAT Photo Gravure Fine Art PETER MARTIN


Te enamoras de nuevo. Sientes que quieres de un modo diferente. Se te acelera el pulso cuando lo ves, cuando lo presientes, cuando lo recuerdas, cuando lo sueñas, cuando ni lo echas de menos. La piel se te vuelve viva, y hambrienta. Te descubres alerta, más carne y más deseo. Todo tiene olores y colores y sabores y sonidos de estreno. Y el tacto... hasta el papel adquiere uno más intenso, es mucho más suave y más rugoso.

Y a veces lo consigues. Eres correspondida. Todo parece diferente, nunca has sido tan piel, nunca tan sueño, nunca has volado tan alto tocando tanto el suelo.

Pasa el tiempo. Y un día amaneces con frío y cuando estiras el brazo no encuentras nada con que abrigarte. O lo que encuentras no abriga ya. Y poco a poco -no se suele tirar bruscamente- se agranda la distancia. Y te das cuenta de que hace tiempo que no te acaricia un folio ni te huele la sal en la cocina. Ya ni te mete mano la toalla. Y no hay más cera que la que arde. Y ésta no quema.

Después de algún tiempo lo que más echas de menos es a ti misma en vuelo -en celo-. Tu carne, tu deseo, tu conciencia... Ya estás lista. De nuevo.




lunes, 18 de noviembre de 2013

EBCPE: Isabel García Mellado





¿Sigue siendo -o ha sido alguna vez- revolucionario escribir sobre sexo?

escribir sobre sexo es escribir sobre una faceta más de la vida, si alguien lo considera revolucionario es su problema


En “Erosionados” hay 25 autoras y 23 autores. ¿Cree que importa el género en la literatura (y en general)? 

Importan las PERSONAS, cuando empecemos a comprender esto, todo, en general irá mucho mejor


¿Qué relación hay entre el sexo y los colores? Varios autores/poemas del libro hablan de colores o los utilizan como metáfora para hablar de sexo. ¿Por qué cree usted que sucede esto? 

Porque los colores son sentimientos, situaciones e incluso platos combinados, pero disfrazados (o viceversa)


¿Qué tal está la poesía? ¿Cómo le trata la vida? 

La vida es poesía y la poesía es vida, pero la mayoría de la gente, incluida yo durante demasiadas horas al día, no nos damos cuenta


Pregúntese usted mismo. 

¿Por qué he respondido a estas preguntas?



jueves, 14 de noviembre de 2013

Los sabores del deseo. José Luis López Recio


Lucy Ball stomping grapes
I Love Lucy (1951-57) 


De mi más tierna adolescencia viene el recuerdo que me evoca el sabor a chocolate. Me transporta al deseo que suscitaba en los púberes del pueblo la chica de la heladería. Era poco mayor que nosotros, de pelo negro y piel muy clara. Su corta estatura la obligaba a inclinarse tanto sobre la vitrina para alcanzar la cubeta del helado de chocolate, que dejaba sus incipientes y blancos pechos casi desnudos, llegando a adivinarse la rosada aureola de sus pezones, que a causa del frío,  pugnaban contra la delgada tela de la camisa blanca de su uniforme.

Carolina, la chica de la frutería, me mostró la sensualidad que escondía el gesto de comer uvas con queso. Hembra guapa de cabello castaño, ojos de gata egipcia y piel morena. Me llevaba los años justos para ser una mujer  cuando yo no pasaba de ser un adolescente acosado por el acné. Una tarde en que fui a comprar una sandía con la que refrescar la cena en aquel tórrido verano, Carolina, sabedora de la atracción que provocaba, me miró con esos ojos tan grandes, me sonrió y me dijo mientras con su mano me ofrecía una uva y un trozo de queso:

—Uvas con queso saben a beso.

Desde entonces, cuando mi paladar saborea uvas con queso, pienso en el sabor de los besos que tanto deseé dar a la chica de la frutería.

Eva fue la chica que me enseñó el sabor a tabaco. En los descansos entre clase y clase, mientras los vagos terminábamos las tareas del día anterior o repasábamos para un examen que vendría a continuación, otros salían al pasillo a fumarse un cigarro; entre estos últimos se encontraban Eva y su grupo de amigas. Un día, en el descanso que había antes de la última clase del día, salí al pasillo y me acerqué al grupo de chicas sofisticadas. Aún desconozco si las amigas de Eva la dejaron sola por huir de mí o por evitar que yo me enterase de que Raquel estaba loca por Álvaro Cifuentes, cosa que era vox populi para todos menos para el interesado, como suele suceder en estos casos. La cuestión es que me quedé a solas con Eva junto a la ventana. Ella tenía el cabello claro, los ojos ligeramente achinados, labios finos y una voz aterciopelada; era una chica dulce, de las que te apetece abrazar. Al no saber bien de qué hablar, acepté un cigarro que me ofreció. Yo no fumaba y al darle la primera calada la tos me puso en evidencia. Entre el ahogo producido por la tos y la vergüenza que sentía, debí ponerme de todos los colores. Eva, cuando por fin terminé de toser, se aproximó mucho a mí; situó su cara frente a la mía, a muy poca distancia; acercó el cigarro a su boca y le dio una calada. Fue muy sensual el modo en que lo hizo, como si besara al cigarro…

Hace no mucho tiempo conocí a una chica fantástica. Es muy simpática e inteligente. Siempre parece estar rodeada de alegría y de ganas de vivir. Es tierna y dulce, sin dejar de tener un lado salvaje que la hace especialmente atractiva. Es amiga de bibliotecas y de cafés aderezados con profundas e interesantes conversaciones. Creo que es bonita, tal vez no encaje en los cánones de belleza actuales, pero a mí me lo parece.


El último día que la vi pude probar su sabor: ella es azul galáctico con un ligero aroma a canela, envuelta en sonidos de “La donna è mobile”.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ansiedad. Ana Patricia Moya







Le susurro a mi amante que me encuentro muy excitada, que vaya directa a mi punto exacto de placer; me complace: me baja, de un tirón, los pantalones y las bragas, y me tumba, con delicadeza, en su cama; intenta desprenderse del jersey, pero la convenzo para que no se demore más, que me urge que me coma el coño; asiente, aunque la mueca extraña de su rostro desaprueba, claramente, tanta impaciencia; sé que tiene unas ganas de follar tremendas después de una larga temporada de abstinencia (creo recordar detalles de la conversación que mantuvimos entre copas, algo así como una ruptura complicada por la promiscuidad enfermiza de su ex; bueno, si soy franca, no estaba muy pendiente de su monólogo dramático), y por eso, supongo que no objeta nada, y prosigue; cuando separa mis piernas, gimo; ella hunde su cabeza, siento su cálido aliento sobre el monte de Venus, y el escaso vello se me eriza, me encanta; antes de rozar mis genitales, se detiene a inspeccionar mis muslos, curiosa; me vuelve a cuestionar si todo está en orden; yo, demasiado cachonda como para ponerme a discutir, le reclamo confianza, que no hay peligro alguno, que quiero que me haga gozar ya, que no sea perversa y me haga sufrir tanto (sí, me costó la misma vida convencerla para que me folle a pelo; tampoco es plan de llevar a cuestas los historiales médicos para mostrar, a todo quisqui, que mi intimidad está limpia); ella titubea por unos instantes, y aunque no parece muy convencida del todo (la costumbre a la precaución: más que lógica en los tiempos que corren), la ansiedad anula su razón, y el deseo brota. Suspira profundamente y, ¡por fin!, se agacha, y su lengua se posa en mi vulva, resbalándome, repasando labios mayores y menores; Dios, estoy mojadísima, oh Dios mío, me penetra suavemente con dos dedos, joder, y los desliza, hábilmente, dentro de mí, con esa lentitud que me tortura y me hace agarrar las sábanas; de nuevo, su lengua, su bendita lengua, que decide explorarme por dentro; me sorprende este movimiento, espasmos me recorren la espina dorsal, y chillo, ¡joder, Dios, joder, no pares!; tengo el clítoris hinchadísimo, estoy  a punto, estoy a punto, y ella, concentrada me sujeta con firmeza las nalgas, y a un ritmo perfecto, lo besa lo lame lo chupa lo mordisquea, las entrañas me arden, echo la cabeza hacia atrás, jadeando, mis manos tiran de su cabello con brusquedad, pero ella sigue, no se queja, me falta el aire, me falta el aire, y grito, y exploto, ¡Dios, joder, Dios!, exploto en su boca, ella me clava las uñas, y bebe, bebe golosa todos los fluidos que se me derraman, calando hasta las sábanas.

Al concluir, asciende por mi cuerpo hasta postrarse sobre mí; intenta besarme, mas yo freno su gesto cariñoso posando las yemas de mis dedos sobre sus labios húmedos de mí, qué delicia, le murmuro que necesito recuperarme, y ella, desconcertada, disconforme por mi frialdad, me lo recrimina al oído: que quiere besos y caricias, muchos mimos. La muy empalagosa. Se recuesta a mi lado mientras yo, satisfecha, permanezco quieta, disfrutando de este estado de relajación absoluta que precede al orgasmo. El silencio invade la habitación, y ella, seria, me observa, haciéndome cosquillitas en el costado; está expectante, esperando a retomar el juego. Sí, ha sido encantadora, ha cumplido con diligencia su parte; ha estado sobresaliente, pero yo tengo otros planes. Así que le pregunto que donde se encuentra el baño; ella me señala el fondo del pasillo, y me levanto, con el teléfono móvil; ya allí, aprovecho para lavarme la cara, con agua fría, mirarme al espejo (aprecio las inminentes arrugas, y maldigo el mal humor del peluquero y su horrible corte “moderno”), y hasta orino; después de tirar de la cadena del váter, me dirijo a su habitación para comunicarle que me acaban de remitir un mensaje del trabajo y es primordial que asista, inmediatamente, a una reunión de relevancia con unos socios, que me encantaría permanecer a su lado pero no puedo eludir esta responsabilidad. Ella, apática, se cubre con el edredón y me suelta, sin más, un seco “adiós”. Evidentemente, está muy enojada, lo sé, y es que le prometí demasiado, presumí más de la cuenta, y yo soy una actriz mediocre. O ha captado mi desinterés en retomar la sesión amatoria, o sospecha de mi pequeña mentira. Bien, mucho mejor, no me apetece interpretar el papel de amante prometedora, y eso de aparentar interés cuando, realmente, me importa un carajo el reencuentro, ya me revienta. No replico: recojo las prendas del suelo y me voy vistiendo; cuando me subo la cremallera de las botas, salgo del cuarto, sin despedirme de ella; fuera de su apartamento, me pongo el abrigo, y camino, sin prisas, rumbo a mi casa. Hasta nunca, bonita.

A la nada, me percato de que me falta algo: nerviosa, registro los bolsillos de mi chaqueta, el bolso: no encuentro la pitillera de plata. Mierda. Me detengo en la parada del autobús, y mientras espero, hago memoria. En el piso de esta última tonta no ha podido ser porque no fumé (con semejante calentón que teníamos encima, pasamos directamente a la faena nada más cruzar el umbral de la puerta). Piensa, despistada, piensa. Me mordisqueo las uñas. De seguro que me lo he dejado en el reservado del Pub de la esquina, pero ni de broma retorno a ese foso que apesta a feromonas. Y sí, me está empezando a aburrir esto de pasarme la noche de los fines de semana en cutres locales de ambiente, ya me agotan estos encuentros carnales con cariñosas desconocidas expertas en sexo oral, y me repugna que la mayoría se enrollen con los jodidos preliminares.

Espero que el inepto de mi marido aprenda pronto a comerme el coño porque ya me estoy hartando de falsos rituales de cortejo con lesbianas y viciosas.   




Inédito (segunda edición de “Cuentos de la carne”). 
©Ana Patricia Moya

martes, 12 de noviembre de 2013

El sueldo de una semana. Alfonso Vila Francés

Self portrait as pig. Melissa Cooke



Lo primero que vi de ella fue un vídeo  Estaba atada a un lavabo. Bueno, mejor sería decir esposada, eso es más exacto. Estaba de pie. Con una máscara de cerdo en la cara, una de esas máscaras que se venden en las tiendas de disfraces, con un hocico muy bien hecho, muy real. Estaba embarazada, de unos seis meses. Con una buena tripa. Sólo llevaba unas bragas blancas, normales. Toda la parte superior del cuerpo, desde las bragas hasta el cuello, estaba pintada con boli. Más que pintado: escrito, la panza de preñada, las tetas, los hombros, todo menos los brazos estaba lleno de frases y palabras, unas casi tapando las otras, de manera que resultaba difícil de leer. También habían usado diversos rotuladores (antes he dicho boli, no, realmente eran rotuladores, rotuladores de distinto color y de distinto tamaño). Me dio la impresión que cada uno de los amantes (de los dueños momentáneos que había tenido, sería mejor decir) había escrito en su cuerpo lo que había querido. Pero lo que ponía respondía a una única línea: insultos, casi todo lo que pude leer (la imagen del vídeo estaba bastante granulada) eran simples insultos, los típicos insultos que uno espera leer en estos casos: cerda, asquerosa, puta, guarra… todo eso.

Después de ese vídeo vi otros más. Mi contacto me aseguró que eran padre e hija. Concreté una cita y acudí al lugar, que era una pequeña casa de campo.

El padre, si realmente era el padre, me recibió con hostilidad. Sí. Hostilidad es una palabra un poco fuerte pero no puedo definir su comportamiento de otro modo. Lo primero que hizo fue pedirme el dinero. Luego lo contó varias veces y al mismo tiempo me recitó la lista de instrucciones. Cada instrucción era seguida por una mirada oscura, resentida, llena de desconfianza. “Nada de sangre. Si le haces una herida tendrás que pagarme el doble. Si le dejas una cicatriz te echo a patadas”. La lista era interminable. Sonreí con desagrado y él lo notó. Pero me ignoró por completo. No admitía preguntas, pero yo pregunté de todos modos:

–¿Puede hablar?

Se levantó de un salto y dejó la botella con fuerza, golpeando la mesa. Por un segundo pensé que nos íbamos a liar a hostias.

–¿No serás un puto periodista?

Le aguanté la mirada y eso lo tranquilizó.
Pero yo quería dejar las cosas claras.

–¿Tengo yo pinta de ser un puto periodista? Cuando enseño la polla me gusta que me digan que la tengo grande. Y cuando se la meto hasta el fondo me gusta que giman pidiendo más… ¿entendido?

No había más que añadir. Un breve gesto de desprecio y desapareció por la puerta. Al momento volvió con ella. Iba atada a una cuerda y la paseaba como a un perro. Ya no estaba preñada. Iba vestida. Un vestido sucio y viejo. No llevaba máscara. Tenía el pelo corto, despeinado, sucio, pegajoso. Miraba fijamente al suelo y esperaba pacientemente. Era una buena perra, una perra molida a palos.

–Puedes pasearla por fuera si quieres. Por la noche está muy oscuro y aquí nunca hay nadie. Puedes pasear sin miedo. Si quieres ir al establo también puedes. Si fuera verano te ofrecería el charco de lodo, pero ahora en invierno es imposible. Por la noche siempre se congela. No te vayas muy lejos de todos modos. Me gusta estar cerca por lo que pueda pasar…

Esta vez fui yo quien ignoró sus palabras.

La llevé a cuatro patas hasta la puerta, pero en el suelo de tierra le dije que podía levantarse. Ella no me miraba. Le cogí el cuello y le ordené que me mirara. Sus ojos oscilaban entre la tristeza y la indiferencia, pero no el miedo. Y la tristeza era una tristeza callada, tenue, una tristeza asumida y difusa. Aquello no le molestaba demasiado.

En el establo, junto al montón de paja, vi una cruz de madera, muy rústica, con grilletes y esposas. También había una mesa con distintos instrumentos y un colchón roído y sucio. Me incliné por el colchón. La coloqué a cuatro patas. Hice lo que tenía que hacer y me fui.

Antes de irme, cuando ya estaba en la puerta de la casa, le pregunté al padre si él no se follaba nunca a su hija.

Me hizo mucha gracia su respuesta: “¡Es mi hija! ¿Qué clase de pervertido crees que soy?”


Estuve pensando en esa respuesta durante todo el trayecto de vuelta. Pero cuando llegué a mi casa estaba de muy mala leche. No cené. Me fui directo al ordenador, conecté Internet  busqué un vídeo y me hice una paja. Me había gastado el sueldo de una semana y ni siquiera me había corrido.

lunes, 11 de noviembre de 2013

EBCPE. Jorge M. Molinero






Defina "erotismo"

¿Erotismo?, un huevo colgando y otro lo mismo.


Relacione estas dos palabras: “sexo” y “soledad”.

Ésta es muy fácil: paja


Aunque la literatura erótica no es ninguna novedad, en los últimos años hemos visto un auge en la publicación de este tipo de literatura. ¿A qué cree que es debido?

Porque se folla poco y mal, de ahí la necesidad de escribirlo como fantasía o vía de escape. Los que escriben literatura erótica es por falta de. Me explico: A Julio Iglesias le hacen las canciones de amor porque el no tiene tiempo, está follando. Si escribes sobre sexo tienes la vida sexual de una ameba. Yo soy la única excepción, aunque he de reconocer que a veces me adorno en los poemas, licencias poéticas para que los demás poetas no se sientan apabullados ante mi magnetismo animal. 


Hay barras de bar y minibares en este poemario. ¿Es importante el alcohol para seducir? ¿Por qué flirteamos en los bares?

Para los que somos tímidos sí es importante el alcohol para abrirnos un poquito, para los que son feos, también es muy importante el alcohol, pero ingerido por la persona con la que quieran yacer. Aumenta las posibilidades.


¿Mecanografiado o a mano?

Prefiero
mil veces mil
hacerte el amor de esa manera mecánica,
maquinal, que terminar
el trabajo
a mano.


¿Por qué la habitación de un hotel?

El cine. Ha hecho mucho daño.


¿Qué lugar ocupa el humor cuando hablamos de erotismo?

El humor está mal visto, en el erotismo y en la poesía en general. Como en la vida, siempre relegado a género menor, pero con el humor se pueden decir las cosas más duras y más sensuales.


En "Erosionados" hay 25 autoras y 23 autores. ¿Cree que importa el género en la literatura (y en general)?

Creo que sí importa, de hecho no debería haber autores masculinos escribiendo poesía erótica, es todo un artificio, un engaño para disimular la eyaculación precoz y el egoísmo intrínseco en el hombre, escribir sobre caricias y orgasmos donados... mentira. Luego también está el hecho del hombre como sujeto totalmente antierótico, el poema puede ser muy sensual, pero es ver al poeta y se cae el mito que no hay por dónde cogerlo, por no hablar de los pelos que recubren nuestro cuerpo y siempre obviamos en los textos. El hombre no tiene credibilidad en el terreno sexual, es como los go-gos masculinos, por muy cachas y guapos que sean, es ridículo verlos en una tarima bailando.

También está, por otro lado, la poesía erótica de las poetas feas, que las hay. Es duro sentirse excitado con un poema y descubrir que la poeta no es lo que promete su poesía, por eso, aunque las poetas de Erosionados son en general guapas, sólo debería escribir poesía erótica Pola Oloixarac.


Pregúntese usted mismo.

Reconócelo, molinero, ¿la tienes pequeña, verdad?
Ehh, uy, un momento, que llaman al timbre.



domingo, 10 de noviembre de 2013

La tentación. Abel Santos


 Te bajé la falda y vi entero París.
Andrés Suárez









Te bajé la falda y vi entero París, como dice la canción,

y encontré a La Maga en un autobús desangelado,
y me olvidé de llevarle flores a Jim Morrison,
y se hicieron carne los nocturnos de Chopin,
y profundicé en la poesía de Pedro Salinas que vivió
toda su vida de casado amando en secreto a otra mujer,
y me reí de Picasso y de todas sus amantes,
y Mimi ya no me parecía esa mezcla de inocencia y madurez
                                                                        sexual
en Lunas de Hiel, de Roman Polanski,
y sentí por ti un amor más grande que el de Scott Fitzgerald
tenía para ese aire jazzeado de su preciosa Zelda,
y ya no quise ser Bartleby o Rimbaud, y cancelé con estos versos
todos mis viajes al desierto de la literatura,
porque comprendí a Hemingway cuando lanzó la pregunta
de si había amado tanto a una mujer
como para ver a la muerte frente a mí
mientras le hago el amor.

Te bajé la falda y vi entero París, lo recuerdo muy bien,

y bajar tus medias y besar tus muslos
era lo mismo que el aroma tratado con la calefacción
que ahora sale del interior de las perfumerías y creperías
en mis fríos y muertos paseos invernales.

Y aquí me detengo, a tantas vidas ya
de entrar en tu vida. Pero no deseando nada más,
nada más que no sea dejar abierto

este poema.









Blog del autor: Demasiado joven para el blues
www.abelsantospoesia.blogspot.com

lunes, 4 de noviembre de 2013

EBCPE. Jorge García Torrego






Defina “erotismo”. 

Laberinto sugerente


Relacione estas dos palabras: “sexo” y “soledad”.  

Masturbación. 


Veo en “Erosionados” un punto común entre diferentes autores y poemas: la presencia del silencio y de la oscuridad. ¿A usted qué le parece? 

El sexo es eclipse muchas veces. 


En “Erosionados” hay 25 autoras y 23 autores. ¿Cree que importa el género en la literatura (y en general)? 

Es un punto de vista, pero que no determina, solo da una perspectiva. 


Este libro surge del deseo de la editorial Origami de publicar una antología de poesía erótica. Origami es una pequeña editorial independiente que, en sus dos años de vida, se ha especializado en la poesía y ya cuenta con un importante plantel de autores. ¿Qué supone para usted publicar en esta editorial? 

Estoy agradecido a Origami y a Adriana por haber confiado en mi poesía. Espero que podamos colaborar más veces. 


¿Qué tal está la poesía? ¿Cómo le trata la vida? 

Bien, he aprendido a comer poemas para sobrevivir. No hay trabajo pero hay poesía. 


¿Se siente a gusto en la ciudad donde vive? 

Depende del asiento. 


¿Le gusta la estética vintage para hablar de sexo? ¿por qué? 

El sexo entre abuelos no me interesa, aunque reconozco que es algo admirable. 


La importancia de que nos reciten. Presentaciones de libros, lecturas en bares, slam poetry, prostibulo poético. ¿Qué opina? 

Por un lado está bien sacar los poemas fuera, hacerlos públicos para saber si se puede rescatar algo. Por otro, uf, qué pereza, ¿no? Hoy en día, hacerte ver, aparecer física y digitalmente cansa mucho. Yo he terminado yendo a Saber y ganar solo para hacerme ver. El Gobierno debería pagarnos una pensión o algo. 


¿Mecanografiado o a mano? 

¿De qué estamos hablando? 


¿Por qué accedió a participar en esta antología? 

Para hacerme rico


¿Cuál es su color favorito? 

El color carne


¿Por qué la habitación de un hotel? 

Porque es aséptica, inhumana. 


¿Cree que las pecas son coordenadas de un Dios bromista? (Pregunta propuesta por Óscar Sipán)

No lo sé, pero es muy bonito. Hay que unir  los puntos para obtener un amante. 


¿Mar o montaña? Razone su respuesta. 

Montaña, hay menos turistas