De mis labios, envenenad la piel con la cicuta que de saliva a los vuestros tiñen, desvergonzadme en este lecho que la desnudez abrupta de mi cuerpo flagelante os muestra, con vuestras manos palpadme, y en vuestros dedos permitid que mi cadencia os recorra; estremecedme, envenenando en mordidas de áspides nuestros pudores, marcad a mis pechos de vuestra lujuria, hacedme inmunda y lasciva, próspera virgen de pecados miles, y en la boca vuestra, sea mi sexo quien os hable, charlando mudo en labios que a los vuestros la boca os atosigue.
Corromped con vuestra lengua mi espalda, lamedla toda; por la cintura en vuestros brazos enlazadme, murmurando a los oídos obscenidades; susurrad con vuestros libidos dedos mis pechos, haciéndome indulgente al deseo vuestro, y feneciendo mi cuerpo en el vuestro, traspasadme tortuosa en el grito y pujido, de esta vulva que en vuestro pene furtiva, la corona a su cabeza ciñe.
Los atardeceres corrompamos, feneciendo mi cuerpo en el vuestro, y sea la obscuridad quien a nosotras el despojo vista.
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