martes, 31 de julio de 2012

Love Poem. David González




y       creo que explotaban
         bombas
         no sé dónde:
         mientras pensaba en ti:

         me escribe Musa en un e-mail:

         mi chumino: desesperado:
         las bragas: chorreando:
         tan , pero tan mojada
         que no me podía ni vestir:

y       luego: en mi buzón: su voz:

        acabo de masturbarme:
        se me aparecían muchas caras:
        pero yo solo buscaba la tuya
y      con ella me he corrido:

        gritando tu nombre
        por encima de las infernales
        detonaciones de aquellas bombas
        que explotaban

        ya sé dónde:



David González, 2012.

Para mi trisílaba. Jorge M. Molinero



Compras zapatos en rebajas,
yo hago un poema de cada polvo no echado.
Cada uno masturba como puede las ganas.

J. Malone Miller

Roy Stuart


Ya ves:
yo te necesitaba
como recipiente, caduco
después de la lefa.

Tú querías mis brazos,
la ternura rosa de un silencio
donde mitigar la ausencia del humo.

Ya ves, tan distintos que
la dureza lacerante
de mi cuerpo afligido envidió
la ingravidez de los agujeros
negros en los versos boca a boca
entre Ginsberg y Kerouac.


Mi Coche. Antonio Díez

Roy Stuart


me dijiste
con mi semen todavía resbalando por tu espalda
que ya no nos veríamos
más

mientras yo
me limpiaba la polla con un trapo
y miraba absorto la ventana
pensando dónde
dónde
había aparcado


Mallorca. Anaïs Nin



Veraneaba yo en Mallorca, en Deyá, cerca de la cartuja donde se hospedaron George Sand y Chopin. A primera hora de la mañana, a lomo de asno, recorríamos el duro y difícil camino hasta el mar, montaña abajo. Nos llevaba alrededor de una hora de lento esfuerzo por senderos de tierra roja, pisando rocas y traicioneros guijarros, por entre olivos plateados, hacia las aldeas de pescadores, simples barracas apoyadas en la ladera de la montaña.

Todos los días bajaba a la cala, donde el mar penetraba en una pequeña
bahía redonda, de tal transparencia, que podía sumergirme hasta el fondo y ver bancos de coral e insólitas plantas acuáticas.

Los pescadores me contaron una extraña historia. Las mujeres mallorquinas
eran muy inaccesibles, puritanas y religiosas. Cuando se bañaban, llevaban
anticuados trajes de largas faldas y medias negras. La mayor parte de ellas no
creía en absoluto en las virtudes del baño y lo dejaban para las desvergonzadas veraneantes extranjeras. También los pescadores condenaban los modernos bañadores y la conducta obscena de las europeas. Decían de ellas que eran nudistas, que esperaban la menor oportunidad para desvestirse por completo y echarse al sol desnudas como paganas. También miraban con desaprobación los baños de medianoche introducidos por los americanos.
Una noche, hace varios años, la hija de un pescador, de dieciocho años,
caminaba a la orilla del mar, brincando de roca en roca, con su vestido blanco
ceñido al cuerpo. Paseando así, soñando y contemplando los efectos de la luna
sobre el mar, con el suave chapaleo de las olas a sus pies, llegó a una recoleta
cala donde se dio cuenta de que alguien estaba bañándose. Sólo podía ver una
cabeza que se movía y, de vez en cuando, un brazo. El bañista se encontraba muy alejado. La joven oyó entonces una voz alegre que la llamaba:

–Ven y báñate. Es maravilloso. –Estas palabras fueron pronunciadas en
español, con acento extranjero. La voz la llamó–: ¡Eh, María! –Era alguien que la conocía. Debía de tratarse de una de las jóvenes americanas que se bañaban allí durante el día.
–¿Quién eres? –preguntó María.
–Soy Evelyn. ¡Ven y báñate conmigo!

Era una tentación. Podía despojarse fácilmente de su vestido blanco, y
quedarse en camisa. Miró a su alrededor. No había nadie. El mar estaba en
calma, manchado de luz de luna. Por primera vez, María compartió la afición de las extranjeras por el baño de medianoche. Se quitó el vestido. Tenía el cabello largo y negro, cara pálida y ojos rasgados y verdes, más verdes que el mar.

Estaba bien formada, de pechos erguidos, largas piernas y cuerpo estilizado.
Sabía nadar mejor que cualquier otra mujer de la isla. Se deslizó en el agua e
inició sus largas y ágiles brazadas en dirección a Evelyn.

Evelyn buceó, salió a flote y la agarró por las piernas. Estuvieron jugando
dentro del agua. La semiobscuridad y el gorro de baño de Evelyn hacían difícil
ver su cara. Las mujeres americanas tenían voces como de hombre.

Evelyn forcejeó con María y la abrazó bajo el agua. Ascendieron para
respirar riendo, y nadaron indolentemente, separándose y volviéndose a reunir.
La camisa de María flotaba en torno a sus hombros y estorbaba sus movimientos, hasta que se desprendió y María quedó desnuda. Evelyn se sumergió y la tocó jugando, forcejeando con ella y buceando por debajo y por entre sus piernas.

También Evelyn separó sus piernas para que su amiga pudiera bucear entre
ellas y reaparecer por el otro lado. Flotando, dejó que María pasara bajo su
arqueado trasero.

María advirtió que también Evelyn estaba desnuda. De pronto, sintió que ésta
la abrazaba por detrás, cubriendo todo su cuerpo con el suyo propio. El agua
estaba tibia, como un lujuriante almohadón, tan salada que las llevaba,
ayudándolas a flotar y a nadar sin esfuerzo.

–Eres hermosa, María –dijo la profunda voz, y Evelyn mantuvo sus brazos en
torno a la muchacha.
María quiso alejarse flotando, pero la retenían la calidez del agua y el roce
constante con el cuerpo de su amiga. Se relajó, aceptando el abrazo. No sintió los pechos de Evelyn, pero recordó que había visto mujeres americanas que no los tenían. El cuerpo de María languidecía y quiso cerrar los ojos.
De pronto, lo que sintió entre las piernas no era una mano, sino otra cosa,
algo tan inesperado y turbador que gritó. No era Evelyn, era un hombre, el
hermano menor de Evelyn, que acababa de deslizar su pene erecto entre las
piernas de María. Esta chillaba, pero nadie la oyó, y su grito fue sólo una reacción que le habían enseñado a esperar de sí misma. En realidad, el abrazo le pareció tan arrullador, cálido y placentero como la misma agua. El mar, el miembro y las manos conspiraron para despertar su cuerpo. Trató de alejarse nadando, pero el muchacho nadó bajo ella, la acarició, le agarró las piernas y la atrapó de nuevo por detrás.

Forcejearon en el agua pero cada movimiento la afectaba más, hacía que
notara más el otro cuerpo contra el suyo y las manos sobre ella. El agua hacía que sus senos se balancearan adelante y atrás, como nenúfares flotando. El se los besó. Con el constante movimiento, no podía tomarla, pero su miembro tocaba una y otra vez el punto más vulnerable de su sexo, y María sentía cómo se esvanecían sus fuerzas. Nadó hacia la orilla, y él la siguió. Cayeron sobre la
arena. Las olas seguían lamiéndoles mientras jadeaban, desnudos. Entonces, el
hombre tomó a la mujer, y el mar llegó hasta ellos y lavó la sangre virginal.

A partir de aquella noche se encontraron a la misma hora. La poseyó en el
agua, bamboleándose y flotando. Los movimientos de sus cuerpos gozosos al
compás del oleaje parecían formar parte del mar. Encontraron un repecho en una roca, y allí permanecieron juntos, acariciados por las olas y estremeciéndose en el orgasmo.

Cuando iba a la playa de noche me parecía verlos, nadando juntos, haciendo
el amor.

Espejo. M.X




El espejo te muestra el cuerpo que tantos hombres desean y corrompen con sexo barato. El cuerpo que nadie sabe lo que vale. El cuerpo que tanto deseas tú.
Pones la cámara en automático. Das tu mejor perfil
de diosa y capturas la belleza.

No deberías dejar que te tocaran
te rompen.

Esperas dominar el mundo con tu imagen. Tu fotografía como un virus que salve el mundo
o nos condene.
Dices que soy la única / que tengo el privilegio de ser
la única en verte así
de verte con tus ojos
tan perfecta.

Te imagino si me besas. Te imagino
nunca hubiera visto sexo en ti y hoy te me apareces
te exhibes
y me devuelves una imagen de mí que desconocía
cómo es esa piel discretamente censurada
¿es tibia y suave como la muestra la pantalla,
es plana e inalcanzable, tiene dos dimensiones?

O es como la piel áspera, como la piel sucia que me cubre
y que acaricio casi sin darme cuenta
mientras te veo.

Es como la piel marcada que envejecerá el tiempo
es como mi piel. Esta piel que habla con tu imagen
esta piel que reacciona ante tu imagen
esta piel que te desea y se toca a sí misma
intentando encontrar en ella ese tacto tuyo que no conoce.